A pocos días de finalizar julio, me siento unos minutos frente al ordenador, para expresar, poner palabras a este sentir de oscilación constante, de hacer y rehacer que estamos viviendo los seres humanos.
Este año, está siendo peculiar, diferente y significativo por su gran incógnita diaria.
El confinamiento, el post-confinamiento, el cuidado, la prevención, la flexibilidad diaria ... un sinfín de medidas y actuaciones a las que los humanos nos han pillado de imprevisto y hemos ido acogiéndolas poco a poco.
Estas oscilaciones de dudas, replanteamientos revierte en toda la población, cuidarse para cuidar, cada persona va gestionándolo desde su mejor versión.
Este futuro incierto, envuelve un halo misterioso, donde la vinculación humana es crucial.
En el campo educativo, hemos reflexionado todo a máxima potencia.
Hace días comentaba un posible escenario de la distribución de grupos en la escuela y de la cual me venían dudas, al mismo tiempo que el surgimiento de la sensación de reto. Tengo que decir, que hace pocos días, salieron las instrucciones de principio de curso y en éstas se proyectaban nuevas variables. Éstas, volvían a abrir el abanico de repensar nuevas posibilidades de reajuste de grupos, para responder de la forma más saludable en todos los ámbitos al alumnado. Y así, hasta la fecha hemos hecho.
Ahora, viene por delante un mes de agosto, donde el parar, tomar consciencia del presente, dejar que todo fluya, recoger la energía del universo, es vital.
Poco a poco, vendrá septiembre y lo acogeremos con disposición, respeto y energía. El escenario, es incierto, las proyecciones no realistas, así que sólo queda confiar, dejar fluir y ponerle un poco de magia para que sea como sea el escenario, podamos transitarlo desde el corazón y en comunidad.
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