Hace unos días finalicé el curso escolar de una forma peculiar, extraña y con un sobre esfuerzo a máxima potencia. Confinamiento, momentos de reinventarse ...
Las criaturas a las que he tenido el gusto de acompañar durante dos años escolares, desde una mirada consciente, puesta en el respeto, amor y visibilidad llegó mitad de marzo y al igual que a todas mis compañeras docentes, me hizo dar un giro monumental al acompañamiento.
Continuar la escuela desde casa. Surgieron en mí muchísimos interrogantes, al principio fue un caos mental.
Esa mirada respetuosa que escucha, mira a las criaturas y junto con ellas da sentido al camino y desarrollo humano, ya no era posible.
¿Cómo continuar? ¿cómo acompañar? fueron y son tantos los interrogantes a día de hoy.
La tecnología se hizo nuestra aliada, móviles, ordenadores ...
Propuestas, actividades, encuentros grupales, llamadas por teléfono, cercanía, aliento, invención, creación ...
Me quedo con una sensación de acompañamiento amoroso, pero al mismo tiempo con la afirmación y confirmación: "la infancia es contacto", es mirada, es sentir ... y eso no lo suple una pantalla, un móvil.
Las tecnologías nos han facilitado el acercarnos, el mirarnos desde otros canales perceptivos, pero la piel, las miradas son esencia en un grupo de infantes. El brillo mágico que desprende una confluencia de miradas desde la infancia, eso tiene y tendrá un halo especial que conexiona y vincula sanamente.
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